Normalmente tengo tendencia a llevar la contraria, o al menos cuando algo se da por supuesto, como mínimo me lo planteo.
Me sucedió en la anterior intervención militar, quiero decir, guerra, y me está pasando ahora. Estaba de acuerdo con la participación entonces, y me planteo la que se está llevando a cabo estos días.
Es curioso ver, sin embargo, el empecinamiento de algunos en buscar diferencias entre una y otra, en justificar sus incoherencias con razonamientos absurdos. Mi idea para este artículo era en un principio desmontar todos esos argumentos vacíos tras los que se escudan ahora los que ya no llevan las famosas pegatinas, pero desde el periódico El Mundo me han pisado el tema del Blog con un artículo sensacional.
Especialmente recomendado en primer lugar, a las ratas mercenarias que intercambiaron en su día pancartas demagogas por cánones digitales y subvenciones varias, calaña a la que ya tenemos muy bien calada y de la que se espera bien poco, decirles además que esto que hacen, (o aquello que hicieron) sí es hacer negocio con sangre.
También a todo el rebaño que les siguió, a todos los que salieron a la calle “espontáneamente” a romperse la garganta con lemas tan aplicables hoy como “no a la guerra”, “sangre en mi nombre no”, “no a la guerra por petróleo”, “la peor paz es mejor que la mejor de las guerras”, ¿dónde se esconden? ¿Dónde está toda esa gente?
¡Salgan a la calle!, ¡Señores!, ¡por favor! Ahora dicen que no es lo mismo… La ONU y eso… ya.
A todos los de las pegatinas les recomiendo el artículo. Léanselo con calma. Reflexionen. Salgan a la calle con las mismas pegatinas, o agachen la cabeza, pero no sigan defendiendo lo que no tiene defensa.
¡Salgan a la calle!, ¡Señores!, ¡por favor! Ahora dicen que no es lo mismo… La ONU y eso… ya.
A todos los de las pegatinas les recomiendo el artículo. Léanselo con calma. Reflexionen. Salgan a la calle con las mismas pegatinas, o agachen la cabeza, pero no sigan defendiendo lo que no tiene defensa.
Respecto a mi opinión en lo que a “intervenciones militares” se refiere, creo que hay básicamente 3 razones por las que un país debe involucrarse en una guerra. No, ninguna de ellas es que la desprestigiada, vieja, indecisa e hipócrita ONU dé el beneplácito.
La primera es la defensa, razón del ejército. Para repartir comidita hay otros organismos mucho mejor organizados, y además nacidos con ese fin. Entiendo la defensa como la respuesta tanto a ataques como a amenazas hacia un país.
La segunda razón, por la que en mi opinión debemos involucrarnos en cualquier conflicto es la de defender a nuestros aliados en caso de se vean atacados o amenazados, y éstos lo requieran.
La tercera y última es la colaboración con algún aliado, siempre que la causa que defienda sea justa.
Las ayudas humanitarias me parecen una causa nobilísima pero déjenme ustedes que decida por mí mismo cuánto dinero dono y a quién. Con mis impuestos quiero que se peguen tiros, si hay que pegarlos, no que se pongan tiritas.
Después de las revueltas en Libia, y cuando España y en Europa se consideraba la posibilidad de apoyar estas sublevaciones me pareció en primer lugar un incoherencia absoluta. No hay más que dar un pequeño repaso al álbum de fotos de Gadafi para ver lo grotesco de la situación. Considero lamentable la demonización de la noche a la mañana de un líder político y un régimen al que toda Europa ha respetado y con el que ha negociado.
Tanto en África como en oriente próximo sobran tiranos y dictadores que en su vida han oído hablar de nada parecido a derechos humanos y sin embargo no creo que España tenga la más mínima responsabilidad, ni el deber de ejercer de ibertadores de ningún pueblo como se estila decir ahora. Bastantes problemas tenemos en casa.
El problema es el de siempre. Y por eso me resulta tan irónico no haber visto ni una sola pegatina. La única razón que vincula a España y al resto de Europa con Libia y la única razón por la que hasta ahora se sostenían las relaciones con este país es la misma que sacó a millones de Españoles a la calle la última vez. El petróleo.
Un país con una dependencia energética del 77% no se puede permitir la inestabilidad de otro, cuando este último supone el 12,7% del petróleo importado y casi el 2% del gas natural.
Como he dicho antes, entre las causas que se deben contemplar para intervenir o declarar una guerra creo que no debe encontrarse la de ir liberando países del yugo de sus tiranos. Con profundizar un poco, sin embargo, nos damos cuenta que la causa que nos lleva a entrar en guerra con nuestro querido Gadafi es más energética que humanitaria.
Resulta que el dirigente con el que meses atrás se fotografiaban todos los líderes europeos está utilizando métodos un tanto desproporcionados para aplacar las revueltas en su país, es decir, para garantizar la estabilidad de un régimen que Europa ha respetado hasta ahora. Europa, para garantizar la estabilidad en un país cuyo régimen apoyaba… apoya a los rebeldes.
Quizá en el fondo sí tenga sentido. Una pseudo-democracia en Libia, afín a occidente y a quién seguir comprando petróleo y vendiendo armamento.
¿Y el no a la guerra? Ahora los españoles tenemos cosas mucho más importantes por las que preocuparnos…
¿A qué hora abre el INEM?