27 mar 2011

De guerras e incoherencias

Normalmente tengo tendencia a llevar la contraria, o al menos cuando algo se da por supuesto, como mínimo me lo planteo.

Me sucedió en la anterior intervención militar, quiero decir, guerra, y me está pasando ahora. Estaba de acuerdo con la participación entonces, y me planteo la que se está llevando a cabo estos días.
Es curioso ver, sin embargo, el empecinamiento de algunos en buscar diferencias entre una y otra, en justificar sus incoherencias con razonamientos absurdos. Mi idea para este artículo era  en un principio desmontar todos esos argumentos vacíos tras los que se escudan ahora los que ya no llevan las famosas pegatinas, pero desde el periódico El Mundo me han pisado el tema del Blog con un artículo sensacional.


Especialmente recomendado en primer lugar, a las ratas mercenarias que intercambiaron en su día pancartas demagogas por cánones digitales y subvenciones varias, calaña a la que ya tenemos muy bien calada y de la que se espera bien poco, decirles además que esto que hacen,  (o aquello que hicieron) sí es hacer negocio con sangre.
También a  todo el rebaño que les siguió, a todos los que salieron a la calle “espontáneamente” a romperse la garganta con lemas tan aplicables hoy  como “no a la guerra”, “sangre en mi nombre no”, “no a la guerra por petróleo”, “la peor paz es mejor que la mejor de las guerras”, ¿dónde se esconden?  ¿Dónde está toda esa gente?

¡Salgan a la calle!, ¡Señores!,  ¡por favor!  Ahora dicen que no es lo mismo… La ONU y eso… ya.
A todos los de las pegatinas les recomiendo el artículo. Léanselo con calma. Reflexionen. Salgan a la calle con las mismas pegatinas, o agachen la cabeza,  pero no sigan defendiendo lo que no tiene defensa.

 Respecto a mi opinión en lo que a “intervenciones militares” se refiere,  creo que hay básicamente 3 razones por las que un país debe  involucrarse en una guerra. No, ninguna de ellas es que la desprestigiada, vieja,  indecisa e hipócrita ONU dé el beneplácito.
La primera es la defensa,  razón del ejército. Para repartir comidita hay otros organismos mucho mejor organizados, y además nacidos con ese fin. Entiendo la defensa como la respuesta tanto a ataques como a amenazas hacia un país.
La segunda razón, por la que en mi opinión debemos involucrarnos en cualquier conflicto es la de defender a nuestros aliados en caso de se vean atacados o amenazados, y éstos lo requieran.
La tercera y última es la colaboración con algún aliado, siempre que la causa que defienda  sea justa.

Las ayudas humanitarias me parecen una causa nobilísima pero déjenme ustedes que decida por mí mismo cuánto dinero dono y a quién.  Con mis impuestos quiero que se peguen tiros, si hay que pegarlos, no que se pongan tiritas.

Después de las revueltas en Libia, y cuando España y en Europa se consideraba la posibilidad de apoyar estas sublevaciones me pareció en primer lugar un incoherencia absoluta. No hay más que dar un pequeño repaso al álbum de fotos de Gadafi para ver lo grotesco de la situación. Considero lamentable la demonización de la noche a la mañana de un líder político y un régimen al que toda Europa ha respetado y con el que ha negociado.

Tanto en África como en oriente próximo sobran tiranos y dictadores que en su vida han oído hablar de nada parecido a derechos humanos y  sin embargo no creo que España tenga la más mínima responsabilidad, ni el deber de ejercer de ibertadores de ningún pueblo como se estila decir ahora. Bastantes problemas tenemos en casa.

El problema es el de siempre. Y por eso me resulta tan irónico no haber visto ni una sola pegatina.  La única razón que vincula a España y al resto de Europa con Libia y la única razón por la que hasta ahora se sostenían las relaciones con este país es la misma que sacó a millones de Españoles a la calle la última vez. El petróleo.

Un país con una dependencia energética del 77% no se puede permitir la inestabilidad de otro, cuando este último supone el 12,7% del petróleo importado y casi el 2% del gas natural.

Como he dicho antes, entre las causas que se deben contemplar para intervenir o declarar una guerra creo que no debe encontrarse la de ir liberando países del yugo de sus tiranos. Con profundizar un poco, sin embargo, nos damos cuenta que la causa que nos lleva a entrar en guerra con nuestro querido Gadafi es más energética que humanitaria.

Resulta que el dirigente con el que meses atrás se fotografiaban todos los líderes europeos está utilizando métodos un tanto desproporcionados para aplacar las revueltas en su país, es decir, para garantizar la estabilidad de un régimen que Europa ha respetado hasta ahora. Europa, para garantizar la estabilidad en un país cuyo régimen apoyaba… apoya a los rebeldes.

Quizá en el fondo sí tenga sentido. Una pseudo-democracia en Libia, afín a occidente y a quién seguir comprando petróleo  y vendiendo armamento.

¿Y el no a la guerra? Ahora los españoles tenemos cosas mucho más importantes por las que preocuparnos…  

¿A qué hora abre el INEM?

3 mar 2011

Privatización de AENA.

O de cómo entre todos vamos a pagar las aspiraciones nacionalistas de unos, y el despilfarro y las cacicadas políticas de otros.

AENA, Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea, nace en 1990 como un Ente público español cuyo papel, como todos sabemos, es básicamente la gestión aeroportuaria y el control aéreo en nuestro país.

En 2003 los resultados de AENA ascendían a  85,9 millones de euros,  pero una pésima gestión y  política de gasto a partir de 2004, debido principalmente a inversiones no rentables, sitúa la deuda actual de la empresa en torno a 12.000 millones de euros.

Todas estas inversiones se encuentran en la misma línea, que no es la de mantener los aeropuertos de que disponemos, mejorar los accesos a los mismos o renovarlos, sino la de dotar a cada pueblo o ciudad de España de su aeródromo particular.

Aquí es donde nace el debate. Por suerte AENA es rentable, es decir, lo sería con una gestión decente. Con las infraestructuras de que disponíamos hace 6 años, los ingresos que recaudaba la empresa eran mayores que los gastos que sus funciones originaban. Dicho de otro modo, los españoles que querían disfrutar de los servicios aeroportuarios, no tenían que pagar más que las tasas correspondientes.

Hasta este punto, yo soy partidario de que la intervención estatal se limite únicamente a aquellos servicios que por su elevado coste,  sea necesario acercar a los ciudadanos a un precio razonable, financiándolos mediante impuestos. 

Como no es el caso, debe ser el capital privado el que se ocupe de la gestión aeroportuaria, pues si por algo se caracteriza lo público es por su ineficiencia, y más en nuestro país. En mi opinión, por lo tanto, cuanto menos funcionario haya de por medio, mejor.

La labor de AENA puede ser desempeñada por un ente público, como es el caso, o por capital privado, como sucede en la mayoría de aeropuertos europeos. Esta empresa, rentable hasta hace no mucho,  ha sido víctima de una nefasta gestión, que la ha llevado del superávit a un endeudamiento en torno a los 12.000 millones de euros.  De este montante,  los sueldos de los controladores aéreos (la nada despreciable cifra de 400 millones de euros anuales), no suponen ni el 4%, contrariamente a lo que nos quería hacer creer hace poco algún ministro.  La inmensa mayoría se debe al despilfarro a costa del contribuyente, por 2 motivos principalmente:

El primero, saciar las aspiraciones nacionalistas de los cavernícolas de turno, que necesitan su aeródromo a menos de 50 kilómetros para poder viajar en Ryanair, a costa del bolsillo del contribuyente, y sentirse realizados con su barbita y sus gafas de pasta, o palestina y botas Chiruca en su defecto. Bastante más barato nos saldría a todos pagarle a alguno que otro un par de billetes, para que saliera un más poquito de casa antes de poner en sus manos el dinero público.
Ejemplo de ello son los 3 aeropuertos de Galicia, a menos de 100 kilómetros entre sí;  los aeropuertos de Vitoria, San Sebastián, Bilbao y Pamplona; o los de Barcelona, Gerona, Reus y Sabadell.

El segundo es la corrupción que sufre este país, las adjudicaciones a los amiguitos y la idea por parte de los políticos, que en su mayor parte ni han pasado por la empresa privada ni tienen dónde caerse muertos si se les acabase el chollo, de que el dinero público no es de nadie.
Volviendo a la gestión aeroportuaria por parte del capital privado, sin duda nos hubiéramos ahorrado llegar a esta situación, que a grandes rasgos es la siguiente:

La deuda de AENA ha sido financiada por bancos españoles e internacionales, (sobre 9000 millones los primeros y alrededor de 3000 estos últimos) que para mantener su liquidez han emitido deuda y obligaciones, vendida sin problemas en el mercado internacional, no precisamente por la solidez de la economía española, sino por lo tentador de esta golosina.

La mejor ocurrencia de este gobierno para el pago de la deuda es lo que todo comprador de las obligaciones anteriormente mencionadas puede esperar, es decir, la venta de hasta el 49% de AENA y el 30% de Loterías y Apuestas del Estado. Con esta fantástica maniobra, las arcas públicas ingresarían unos 14.000 millones de euros.

Esta medida, aparte de un despropósito por el hecho de dilapidar una empresa pública rentable, (malvender algo que pertenece a todos los españoles) no es una solución en sí, sino un parche, pues con ella no se consigue recuperar la rentabilidad de AENA, sino únicamente pagar la deuda contraída,  sin tomar medidas para zanjar una situación insostenible.
En el momento en que cada pueblo de España quiere tener su propio aeródromo, este sistema en el que con el dinero que generan los aeropuertos más transitados se financian aquellos con menos afluencia, pero necesarios para la cohesión territorial, no funciona.


Aquí surge otro debate. ¿Es volar un derecho? Creo que merece la pena recordar, pues a alguno en ocasiones se le olvida, que Ryanair no vuela gratis a cualquier aeródromo con billetes a 20 euros. Por ello, creo que debemos cerrar (previo examen de conciencia, dolor de los pecados, y sobre todo propósito de enmienda) todos los aeropuertos no rentables, salvo aquellos que constituyan una necesidad real para la cohesión territorial de lo que queda de nuestro país. Por volver a los ejemplos, remitiéndome a mi tierra,  en Galicia nos vendría muy bien cerrar 2 de los 3 aeródromos en favor de un aeropuerto,  y dedicar lo ahorrado a una buena comunicación de éste con las ciudades cercanas de mayor importancia.

Con todo lo expuesto anteriormente, creo que la solución no pasa por privatizar como se pretende la mitad de AENA, ni vender loterías para pagar los aires de grandeza de cuatro pueblerinos.
Cerrar los aeropuertos prescindibles, refinanciar la deuda, y sobre todo investigar la dirección y ejecución de ciertos proyectos y adjudicación de obras públicas me parece imprescindible.

Dicho todo esto, me ocupo ahora del tema que realmente me ha llevado a escribir este segundo artículo: la amenaza de una huelga en semana santa por parte de los controladores aéreos, ante los planes del gobierno de privatizar AENA.

Después de una huelga encubierta totalmente desconsiderada, oportunista,  y consecuencias especialmente negativas para el país por la situación en que se encuentra y las fechas en las que se produjo, amenazan con más.

Es una pena que os acordéis tan tarde. De hecho, creo que no os importa absolutamente nada que los 12.000 millones vayan a salir de nuestros impuestos, al fin y al cabo, es algo que un sector en el que el sueldo medio ronda los 200.000 euros anuales  se puede permitir. Es más, creo que habéis cavado vuestra propia tumba. La avaricia rompe el saco.

No hubo huelgas, ni protestas, ni siquiera una voz más alta que otra cuando se dilapidaba el dinero… como la vaca seguía dando leche... y ahora que le veis las orejas al lobo, huelga. Y nos llevamos por delante a quien haga falta.

Pues es una pena que vaya a ser así. Que vayáis a montar otra como la que montasteis, ahora que el país tiene otra pequeña oportunidad para recuperar el año con el turismo, pero en el fondo me alegro. Es una pena que no se hayan depurado responsabilidades de verdad el pasado Puente de la Constitución, que no hayáis pagado de vuestro bolsillo aunque fueran únicamente las indemnizaciones a los afectados, pero no pasa nada.

 Se acabó lo que se daba. Se acabaron las horas extras a precio de oro, el convocar oposiciones para los amiguitos con las plazas contadas y sin apenas antelación, se acabó el estrés, las bajas médicas… Me alegro mucho que se os cierre el chiringuito al gremio más egoísta, oportunista, endogámico, cínico, mentiroso, miserable e hipócrita de este país.

Y para que nadie se lleve a engaños, voy a hacer como un académico con el que simpatizo mucho; insultar con diccionario:

Egoísmo: Inmoderado y excesivo amor a si mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse de los demás.

Oportunismo: Actitud que consiste en aprovechar al máximo las circunstancias para obtener el mayor beneficio posible, sin tener en cuenta principios ni convicciones.

Endogamia: Actitud social de rechazo a la incorporación de miembros ajenos al propio grupo o institución.

Cinismo: Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables.

Mentira: Expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se opina o se piensa.

Miserable: Mezquino, falto de nobleza de espíritu.

Hipocresía: Fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que realmente se tienen o experimentan.