14 abr 2011

Señores, lo están haciendo mal

A algunos les tocó Formación del Espíritu Nacional. A los chavales de hoy en día les ha tocado educación para la ciudadanía, las “familias” y “matrimonios” modernos y demás aberraciones.

El convenio que me tocó a mí, la verdad universal que nos enseñaron, fue la Constitución. La Carta Magna. Ley de Leyes, que en un alarde de civismo, armonía y  saber estar, nos "otorgamos" –esto les encantaba- los españoles. Una lección de civilización, de sociedad madura. Una constitución en la que todos cedieron, y en la que todos salimos ganando… Una gran chapuza, como sólo sabemos hacer en España.
Y una gran chapuza, cuyas consecuencias estamos pagando, y seguiremos pagando.

La constitución nace con dos vías de agua, o más bien, con dos boquetes en la línea de flotación. El primero se llama autonomías, el segundo,  ley  D´Hont.
La primera es la semillita para alentar las aspiraciones de los caciquillos regionales, y la segunda, una vez alentadas éstas, la ayuda perfecta para poder chantajear al  gobierno de turno, en caso de que no tenga mayoría absoluta, cosa cada vez más difícil por la propia ley electoral.

Señores, lo están haciendo mal. Lo hicieron muy mal en su día, y siguen sin cambiar.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

Pues porque en España, aunque el deporte nacional sea la envidia, seguido muy de cerca por el amor por lo ajeno (más bien por lo de todos, con eso de que no es de nadie…), hay otro mal que hace incluso más daño que estos dos, y son los complejos.
No vaya a ser que piensen, no vaya a ser que digan… Unos por otros y la casa sin barrer. Cambien la ley electoral, pues gobiernan hipotecados, y además nos están hipotecando a todos.

Y mientras ustedes se acomplejan y amilanan, 17 caciquillos  autonómicos con sus reinos de taifas siguen a su vez sangrando a todos los españoles con sus mármoles, sus coches oficiales y sus delirios de grandeza. Y ya no sólo tenemos que pagar la corrupción a nivel nacional, sino que ahora también la de casa.
¡Pero habrá políticos honrados! Podrá pensar algún incauto. Pues en mi opinión, un presidente de comunidad autónoma con chófer a costa del contribuyente, ya no es que sea indecoroso, o un sinvergüenza, es que es un ladrón. ¿Ustedes lo han pensado fríamente?,¡ Pero quién se han creído que son! 

La última gran hazaña en mi tierra ha sido subastar el Audi A8 blindado de 480.000 euros que nos robó a todos el último presidente, para comprarse un Citroën, que es mucho más populista oiga. Pero eso sí, también con chófer, no vaya a ser.
El descontrol del gasto de las autonomías, retroalimentado, pues cuanto mayor es el poder que se cede a estos feudos, más difícil es el recorte de gasto a nivel nacional, se agrava cuando aparece el nacionalismo.

Y aquí hago un inciso. El nacionalismo, o más bien regionalismo, por alejarme del significado actual del primer término, no sólo no me parece mal en absoluto, sino que lo considero algo totalmente normal. Lo raro sería no buscar lo mejor para tu tierra, lo anormal es renegar de tus raíces.

Los principios del nacionalismo en España, con Cataluña y las Provincias Vascongadas en primer lugar, y siguiendo sus pasos Galicia, aun teniendo orígenes distintos, parten de ideas casi idénticas. Sostienen las tres sus “realidades diferenciales”, señalando sus derechos históricos las dos primeras, denunciando los abusos ésta última, las 3 con sus lenguas propias y al parecer sus costumbres y maneras, totalmente distintas de cualquier otro territorio peninsular.

Para referirme al nacionalismo hablaré del que conozco mejor, o del que me toca pagar a mí, que es el gallego.
Como he dicho antes, el regionalismo o nacionalismo, como idea, es perfectamente natural,  pero según la radicalidad con la que se profese puede pasar por todos los rangos: defendible, soy el primero que aprovecha cualquier oportunidad para promocionar la tierriña, si damos una vuelta de tuerca puede que empiece a chocar con algunos principios fundamentales del estado de derecho, como la igualdad de los españoles ante la ley o la solidaridad dentro de la nación, y el extremo en el que nos encontramos, se ha convertido en mi opinión, en la perversión absoluta de su idea original.

Lejos de convertirse en herramientas útiles para gestionar de forma más eficiente los recursos, estos nacionalismos se han vuelto pequeños cánceres, sanguijuelas del estado (sí, de nuestros impuestos), para desarrollar a nivel regional lo que mejor se les da a algunos; el enchufe, el amiguismo, la cacicada, el cazo va, cazo viene.

Lejos de fomentar el desarrollo de nuestra tierra, de comunicarla, venderla, abrirnos… están haciendo lo contrario.

Lejos de ayudar a una tierra teóricamente aislada y pobre (en el caso de Galicia), el nacionalismo se ha convertido en una losa que no hace sino aislar, y empobrecer la tierra que supuestamente defiende (no sólo en el caso de Galicia).

Como cualquier otro negocio, han encontrado su veta, su nicho de mercado. Todo el mundo tiene su público, como dice alguno. Y una vez más, la pescadilla que se muerde la cola. Una concesión en televisión, otra en educación, y tenemos el adoctrinamiento perfecto para crear 17 historias de España, 17 trajes a medida recién salidos del sastre y directamente a las urnas.

Y el problema se vuelve a agravar cuando desde el gobierno central la preocupación no es pararle los pies a este sinsentido, sino seguir trincando, cada uno a lo suyo. Vive y deja vivir. No vaya a ser que sea yo el que no tenga la mayoría y tenga que pedir algún favorcillo.

Llegados a este punto, la cuestión que me planteo es la siguiente. ¿Son malos, o son tontos?. ¿Lo de la independencia es de verdad?. ¿Se lo creen?.
¿No se dan cuenta que el baile de coches oficiales, helicópteros, sillas de 2000 euros y surtido de inauguraciones se les va a acabar?, ¿o es que aquí, maricón el ultimo?

Lo más grave es que no se están llevando el país por delante unicamente  en lo económico, sino que además lejos de buscar lo mejor para sus regiones, industria, comercio, turismo, cultura… están cerrando las puertas de su propia tierra, y negándonos oportunidades a sus paisanos con sus políticas lingüísticas sectarias y obsoletas, que además del indecente gasto que suponen, aíslan y alejan estas regiones del resto del país.

Me da pena que aquellos que se vanaglorian de defender su tierra, su pasado, sus orígenes, sean los que más daño le están haciendo a ésta, y es paradójico comprobar como ellos mismos con sus prácticas y costumbres se retratan, que aquí somos todos españoles, y al fin y al cabo, nos va lo que nos va.